Pero
Jesús, con su conocida respuesta, se escapa de la legitimidad o ilegitimidad
del poder temporal, y dando largas, reivindica a Dios, que está más allá de
todo. Y es que no hay posible equiparación entre el César, y quien dice el
César, dice cualquier autoridad política, y Dios; pues el hombre no ha sido
creado a imagen del César o de los líderes políticos, sino a imagen de Dios.
Fijaos.
La primera lectura, que nos ilustra sobre el sentido del evangelio, no nos
habla de política, o de separación de poderes Iglesia-estado, ni de nada por el
estilo. No. Sino que nos habla de que nada ni nadie es comparable a Dios. “Yo
soy el Señor y no hay otro”, dice la lectura. Y eso es lo que tenemos que tener
claro en nuestra vida. Que los poderes mundanos son limitados, mientras que el
poder de Dios es infinito. Por eso, a todos nosotros nos corresponde darle a Dios
lo que le corresponde. Y a Dios le corresponde todo honor y toda gloria. ¿Qué
debemos cumplir las leyes civiles y ser buenos ciudadanos, colaborando en el
desarrollo de la sociedad? Sí. Pero no debemos olvidarnos nunca que Dios está
por encima, y que muchas veces las leyes humanas no respetarán la ley de Dios.
Y entonces será cuando de verdad tendremos que dar la cara como cristianos, y
tener presente que nuestro destino eterno no depende de los poderes políticos
del mundo, sino única y exclusivamente de Dios, a quien tendremos que rendir
cuentas de lo que hayamos hecho o hayamos dejado de hacer.
Y
viene bien que nos convenzamos de esto en este domingo en el que celebramos el
Domingo Mundial de las Misiones, el DOMUND, una jornada para reavivar en
nosotros nuestra vocación misionera; una vocación que no es sólo la de aquellos
que han dejado su país para ir a anunciar a Jesucristo a otros lugares, sino
que es propia de todos y cada uno de los bautizados, que tenemos que anunciar a
Jesucristo en nuestros ambientes, de forma que, como dice el profeta Isaías, sepan
de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de Dios
Haremos bien en poner en
práctica las palabras del apóstol san Pablo que hemos escuchado y que nos
alienta a vivir con fe con esperanza y con caridad, a pesar de las
dificultades, es la mejor actitud para vivir nuestro espíritu misionero, y
realizar en nuestra vida el mandato del Señor de ir al mundo entero y hacer
discípulos a todas las gentes. Pidámoselo a la Virgen María, Madre de todos los
hombres y estrella de la nueva evangelización.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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