En la lectura de Isaías, el amo expresa su disgusto porque
esa viña tan cuidada no ha dado los buenos frutos que cabía esperar, sino
agrazones. En el Evangelio la queja es por aquellos que, constituidos en
labradores de la viña, quieren guardar para sí los frutos y no entregarlos como
corresponde al señor, rebelándose contra Él, y que apalean, apedrean y matan a
sus criados, llegando incluso a matar a su hijo. Esos labradores, desde un
punto de vista histórico, son los sumos sacerdotes y dirigentes del pueblo de
Israel, que no aceptaron a los profetas y los persiguieron, que no hicieron
caso al mensaje de conversión de Juan Bautista, y que rechazaron a Jesús y se
atrevieron a matarlo.
Pero mirad, la profecía y la parábola de la viña no se
agotan en su sentido histórico; sino que continúan teniendo vigencia, pues nos
dirigen un mensaje actual que debemos captar para aplicarlo a nuestra vida. Se
trata de una llamada de atención a todos los miembros de la Iglesia, a todos
los cristianos, a dar frutos, y frutos buenos; a construir nuestra existencia,
nuestro trabajo, nuestros planes sobre la piedra angular que es Cristo, aunque
esta piedra sea desechada por los arquitectos de la sociedad y de la
globalización ideológica de nuestro mundo de hoy.
Y es que, al igual que los labradores de la parábola, que tuvieron
el error de creerse los dueños de la viña, ignorando quien era el propietario;
nosotros también caemos en el mismo fallo cuando pretendemos gestionar nuestra
vida por nosotros mismos sin tener en cuenta a Dios. Por eso tenemos que caer
en la cuenta de que todos corremos el riesgo de no reconocer al Señor, de
arrojarlo de nuestra vida, de apagar la gracia en nosotros... Y no pensemos que
no, porque es un riesgo real, que se produce cada vez que nos apoyamos
orgullosamente en nosotros solos y construimos nuestra vida sobre nuestro
egoísmo, en lugar de apoyarnos y fundamentarnos en Jesucristo.
Vamos a pedirle a la Virgen María que, al igual que hizo san
Francisco de Asís, del cual no puedo ni quiero olvidarme, cuya fiesta es hoy, no defraudemos a Dios y que nos apoyemos en
Él, para que nuestros corazones y pensamientos sean custodiados en Cristo
Jesús, y vivamos desde Él y para Él, y así, podremos alcanzar, por su
misericordia, la vida eterna.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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