
Para adentrarnos en las lecturas de hoy hay que
partir de una advertencia previa que nos ha recordado el profeta Isaías en la
primera lectura, en la que Dios afirma: «mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos»... , una afirmación que san Pablo, como vemos
en la segunda lectura, vivía en propia
carne cuando estaba en la cárcel y dudaba del camino por el que deseaba Dios
que continuase ...
Y es en el evangelio donde de nuevo aparece con
mucha claridad que nuestra lógica no siempre coincide con la lógica de Dios. Un
tema que es ilustrado, nuevamente, con una parábola muy sugerente, en la que,
por medio de ejemplos, Jesús explica en qué consiste el Reino de Dios.
Hoy, en concreto, leemos en el Evangelio la
parábola de los jornaleros; en la que Jesús muestra que el Reino de Dios no se
ajusta a los esquemas humanos, y que la justicia divina ha de entenderse desde
la clave de la misericordia. Un ejemplo claro de ese actuar sorpresivo de Dios,
que nos llama a todos a trabajar en su viña, sea en el momento que sea.
Mirad, trabajar en la viña es poner la mente, el corazón y las manos al servicio del Reino de Dios, al servicio del Evangelio. Y para esta misión somos llamados cada uno en un momento diferente de la vida, unos a primera hora, otros a última hora de la tarde; es decir, unos viven durante toda su vida en clave cristiana, con todo lo que eso conlleva de cansancio, fatiga, persecuciones... Otros, en cambio, pues descubren a Dios en algún momento diferente de la vida, incluso casi al final, como nos quiere señalar el ejemplo de los llamados a última hora de la tarde... Y lo que importa, fijaos, lo que importa, es el ser llamados, y la confianza que eso supone.
¿Y qué paga lo mismo a unos que a otros? Bueno... su paga es la salvación eterna... ¿Qué más podemos pretender? Y tengamos claro que Dios nos salva porque quiere, porque es bueno y nos quiere. Por eso no tenemos que mirar a Dios con criterios y medidas humanas... ¡Pero si muchas veces el premio es el haber estado trabajando por el Reino de Dios desde primera hora!
Pidámosle, pues, a la Virgen María que no pongamos límites a la acción de Dios en nuestras vidas, y que sigamos siempre su voz, para que estemos dispuestos a trabajar en su viña, que es la Iglesia, con generosidad e ilusión.
Mirad, trabajar en la viña es poner la mente, el corazón y las manos al servicio del Reino de Dios, al servicio del Evangelio. Y para esta misión somos llamados cada uno en un momento diferente de la vida, unos a primera hora, otros a última hora de la tarde; es decir, unos viven durante toda su vida en clave cristiana, con todo lo que eso conlleva de cansancio, fatiga, persecuciones... Otros, en cambio, pues descubren a Dios en algún momento diferente de la vida, incluso casi al final, como nos quiere señalar el ejemplo de los llamados a última hora de la tarde... Y lo que importa, fijaos, lo que importa, es el ser llamados, y la confianza que eso supone.
¿Y qué paga lo mismo a unos que a otros? Bueno... su paga es la salvación eterna... ¿Qué más podemos pretender? Y tengamos claro que Dios nos salva porque quiere, porque es bueno y nos quiere. Por eso no tenemos que mirar a Dios con criterios y medidas humanas... ¡Pero si muchas veces el premio es el haber estado trabajando por el Reino de Dios desde primera hora!
Pidámosle, pues, a la Virgen María que no pongamos límites a la acción de Dios en nuestras vidas, y que sigamos siempre su voz, para que estemos dispuestos a trabajar en su viña, que es la Iglesia, con generosidad e ilusión.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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