
Y es que la tentación es un maravilloso deseo que nos
acaricia la vista, la piel, la lengua y, sobre todo, la imaginación. Se ha
dicho que para evitar la tentación, lo mejor es caer en ella. Pero caer en la
tentación es meternos dentro de una espiral que siempre pide más, más y más...
y que, como la publicidad, su peligro no está en lo que nos promete, sino en lo
que nos oculta. Y lo que nos oculta es que nos podemos jugar la salvación
eterna, echarnos a perder para siempre. Por suerte para nosotros, mientras
tengamos vida, tendremos la posibilidad de acudir al sacramento de la
Reconciliación para encontrar el perdón de Dios y poder recomenzar de nuevo con
su ayuda.
Por eso que, cuando sentimos esos cantos de sirenas que nos animan
a pecar y a estar y sentirnos por encima de Dios y de la Iglesia, lo que
tenemos que hacer es mirar a Jesús, reconocer y admitir con humildad que somos
débiles y poquica cosa, y que le necesitamos... Y así, apoyados en la gracia de
Dios, que no nos ha de faltar, pues Dios no permite que seamos tentados por
encima de nuestras posibilidades, también nosotros saldremos vencedores. Ánimo,
pues, y atravesemos el desierto cuaresmal, con nuestra mirada puesta en la
meta, que es Cristo resucitado.
Mn. Ramón Clavería Adiego;
Director espiritual de Abril Romero.
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